Santiago
+15° C
Actualizado
lunes, 03 junio 2024
15:30
h
Pintor, escultor, grabador, editor...

Luis Caruncho: “Ser gallego es pasear tu bandera como Rossi cuando gana un gran premio”

“He asumido en la vida bastantes dosis de riesgo, velocidad y creación. Las tres caminan juntas, pero no revueltas”

Es gallego de condición y por nación, español de convicción, universal por trayecto, grabador por ejecución, escultor por cultura, pintor de sentimiento, editor por tradición. Luis Caruncho lleva pegado el arte como el abrojo: prendido en el pelo, el alma, el vientre y los ojos. Me cuenta que sin poesía no queda nada, pero que es un recurso que no se extinguirá, a pesar del hambre que reparte entre quienes se prodigan con ella. Le cuenta a Fátima Otero, en su libro El arte y su entorno, que antes de hacer una raya, mira diez veces donde va a ponerla… Fátima le arranca con arte y destreza la descripción de su propia vida: un permanente homenaje de triángulos, círculos, esferas y cubos en azul, amarillo y rojo.

Este elegante y singular representante de la bohemia no pierde la coquetería y vive en permanente complicidad con el amor: amor por Tatiana, la mujer que dice no merecer; amor por el motociclismo que practica, por la pintura de toda su vida, por el teatro de sus evasiones, por los amigos que siempre y por siempre le quisieron…

Y como de bien nacidos es ser agradecido, Caruncho rinde permanente tributo de admiración a su maestro, ¿qué digo maestro?, ¡su único maestro!: Vázquez Díaz, aquel innovador que fue empujado por la tragedia personal a volcarse en sus alumnos. Quizá de labios de don Daniel conoció y decidió sus andanzas por el Cartier Latin de Juan Gris, el cubista de las casas de putas y la cama de embalaje y cartón; por el Avignon del Picasso cosmopolita de las señoritas, los toros y el Bordeaux; por la tríada azul del Miró de la Concorde y de la Ópera Garnier… Ahora que el camino hace recodo, Luis Caruncho pide tiempo al tiempo, subido a su mariposa de hierro, esa Ossa impetuosa que reta su espalda torturada, compartiendo el más bello azul con quienes tienen el privilegio de visitar su casa estudio de Marqués de Monteagudo, un prodigio de diseño, talento, utilitarismo, confort, luz y espacio. Su mujer me ha obsequiado con pastas, café y bombones… La miro detenidamente y me percato de que este hombre sólo se rodea de ética, estética, tolerancia y paz…

"He asumido en la vida bastantes dosis de riesgo, velocidad y creación. Las tres caminan juntas, pero no revueltas. De siempre he sido un hombre apasionado por el ritmo vital"

– Quisiste ser aviador…

– Volando experimentas una sensación única de libertad y de grandeza. Quise ser aviador, es cierto, pensé que si me hacía piloto militar tendría una avioneta para mí.

– No me pegas de militar de aviación…

– Cuando tienes pocos años no sabes bien cómo quieres las cosas. Sientes inclinaciones, tendencias, aficiones y pasiones, pero careces de la experiencia sobre aquellas decisiones que más tarde puedes lamentar. Admiro profundamente a quienes elijen la carrera militar por lo que tiene de método y disciplina, pero, efectivamente, ese no habría sido un mundo para mí.

– ¿Cuándo se despierta tu vocación por el arte?

– En mi casa vivimos un importante caldo de cultivo. Mi padre era amigo de Álvarez de Sotomayor, Vázquez Díaz, Morales, Caballero… hombres de cultura. De todo ello participábamos también los hermanos y a todos eso nos influyó.

– ¿Y la política?

– Curiosamente, y digo curiosamente en el mal sentido de la palabra, en casa nunca se habló de política…

– ¿De qué hablabais?

– Por ejemplo, de cuántos nudos tenía una alfombra por centímetro cuadrado, de la perfección y delicadeza de una porcelana, se hablaba, por supuesto, de pintura y escultura… Todo ello, sin darte cuenta, se te va metiendo por los poros y termina conformándote la forma de ser y de entender.

-¿Es lo que los americanos llaman ‘el conocimiento’?

-No, es lo que nosotros llamamos cultura.

– ¿Serías capaz de definirme la cultura?

– Aquello que permanece tras olvidar lo que has conocido y estudiado.

– ¿Fuiste un privilegiado?

– Todos los hermanos tuvimos y mantenemos contacto con el mundo del arte y de la cultura… Eso no quiere decir que seamos ni unos privilegiados ni unos genios. Sencillamente estamos formados en ese ambiente.

– ¿Qué tal es ese ambiente?

– Sano e importante.

– Insisto: fuiste un privilegiado…

-- Eso lo tienes que argumentar.

– Fuiste un asiduo del mítico estudio de Vázquez Díaz en la madrileña calle de María de Molina…

– No asistí a sus clases como tal, pero acudía a su estudio muchas mañanas. Tuve el privilegio de comenzar allí mi amistad profunda con el más joven de sus alumnos, el gran Rafael Canogar.

– ¿Fue Vázquez Díaz el más grande para la abstracción?

– Fue esencial, porque trajo a España un cubismo atemperado, perfectamente digerido. Todas las generaciones de artistas fuimos, de una forma u otra, absorbiendo sus enseñanzas y propuestas. Vázquez Díaz fue importantísimo como maestro y como pintor.

– ¿Y Laxeiro?

– Es el genio indiscutible que hemos tenido en el arte contemporáneo los gallegos, algo así como nuestro Goya particular. Laxeiro fue un hombre de personalidad irrepetible. El artista gallego que mejor supo sintetizar la tradición visual de la cultura propia con los lenguajes renovadores que atravesaron el panorama internacional.

– Dice Manuel Vicent que algo tosco, con esas manos cuadradas de canteiro, de donde salen criaturas doradas como "pans de tafona"…

– Pero muy culto a su manera. De Historia del Arte, en general, y de pintura, en particular, lo sabía todo. Lo había leído todo. A esto unía una humanidad tremenda. No se puede decir nunca que nadie sea el mejor pintor, pero de Laxeiro sí digo que es cumbre en la pintura gallega.

– ¿Encontraste semejanzas entre Laxeiro y Vázquez Díaz?

– Ambos fueron dos universidades andantes, no sólo con su forma de pintar, sino con su manera de entender la pintura, que es más importante.

– Defíneme a Lamazares...

– Antón es artista único, curiosamente discípulo directo de Laxeiro. Como buen lalinés, es imprescindible para entender esa circunferencia imaginaria de seis kilómetros de diámetro donde radica el centro geográfico de lo más innovador de la pintura gallega actual…

– Dime de Francisco Leiro...

– Con él no sólo ha evolucionado la escultura gallega. Es tal su influencia en la cultura internacional, que constituye uno de los ejemplos indiscutibles del triunfo de quienes han sabido proyectarse fuera.

– ¿Tan importante es salir fuera?

– No sólo salir, sino saber transmitir lo que somos capaces de hacer. Es fundamental olvidarnos de ciertos aldeanismos que todavía prevalecen.

– No me puedo resistir a preguntarte por Luis Caruncho…

– Lo conozco demasiado aunque, a veces, nos conocemos demasiado poco.

– Pero seguro que reflexionaste sobre el fascinante Caruncho del cubismo.

– A principios de los cincuenta fui con mis padres a París. Por aquel entonces era el hervidero del cubismo aunque, por los barrios que transitábamos, no se veían las cosas de Braque o Picasso… Absorbí, por tanto, un cubismo de segundo orden, menos conocido. Todo ello favoreció mi obra de futuro.

– ¿Abjuras del cubismo?

– Para nada, lo que ocurre es que las influencias no pueden ser nunca fuertes. Creo que, en esa pirámide de la cultura, quien consiga poner un granito de arena ya ha contado muchísimo. Nadie debe pretender hacer la pirámide para él solo. Ahora, cuando analizo la obra que llevo haciendo cincuenta y cinco años, veo que cada etapa es diferente y coherente con la anterior…

– ¿Pintor, escultor, editor, diseñador o enloquecido por el motociclismo…?

– Un poco de todo. He sido un apasionado del motociclismo que, creo, es lo que mejor he sabido hacer. Tenía predisposición para ello... A partir de ahí he tenido una casi exclusiva dedicación a la pintura.

– ¿Arquitecto…?

– No terminé arquitectura porque en aquel momento, en España, la carrera era muy distinta. En este sentido quiero recordar a grandes pintores como Curro Labra, que también tuvo que abandonar, aunque luego ganó la Bienal Internacional de Arte Sacro; a Luis García Ochoa, académico que tampoco terminó… Al igual que hay arquitectos no predispuestos para la creación, hay creadores que no fueron capaces de terminar arquitectura.

– Me dijo Foster que la arquitectura no es creación sino copiaje...

– La arquitectura es el compendio de mucha filosofía, de mucha poesía, de mucha música, de mucha escultura… Si eso se logra, salen obras como la Capilla Sixtina. Coincido con don Jacinto Benavente: "Desgraciado del que me copie porque de él serán todos mis defectos…"

– ¿Cómo andamos de arquitectos en España?

– En España salían unos pocos arquitectos al año que eran triunfadores. Ahora salen a miles y no se puede pretender que todos sean buenos.

– No me negarás que eres un permanente investigador de todo lo que tenga que ver con el arte…

– Espero que sí, pero, para mí, la pintura es lo emocional, lo bueno…

– ¿Realismo o abstracción?

– En el realismo tenemos maestros insuperables como Rembrandt o Velázquez. Si te metes ya en el mundo de la abstracción… debes investigar permanentemente.

– ¿Contactaste con los dadaístas?

– Los conocí, pero no conecté especialmente con ellos. Como ya te he dicho, lo que verdaderamente me impresionó fue el cubismo, aunque luego comprobé que fue degenerando con sus pasos en un constructivismo. Me interesaron mucho, eso sí, los pintores rusos, incluso la escenografía.

– Tampoco has sido ajeno a ese mundo…

– Hice varias cosas en ese terreno. Recuerdo el ballet Caín y Abel, con Maya Plisetskaya pero, sobre todo, Porfiar hasta morir, de Lope de Vega, donde Macías, el enamorado, personaje central, es otro gallego, de Padrón. Para trabajar en ello me fui al pueblo donde fue alcaide: la villa del enamorado. Esta escenografía la hice desde un espíritu constructivista que fue muy valorado.

– ¿Que es ser gallego?

– Un honor y un don. Ser gallego es sentirte gallego, ser ciudadano del mundo y pasear tu bandera como la pasea Rossi cuando gana un gran premio.

– ¿Eres un gallego de la diáspora…?

– Y por ello me siento dos veces gallego: una por mi sentimiento y otra por la proyección que todo gallego da a su condición fuera de Galicia.

– ¿La forma más grande que han visto tus ojos o tocado tus manos?

– Una pieza de Jorge Oteiza, grandísimo escultor.

– ¿El color?

– De siempre el amarillo. Fui el primer corredor en pintar su moto sin preocuparse del mal fario que tiene para el mundo del teatro, para los gitanos y los toreros este color. El amarillo ha sido para mí un color de buena suerte.

– ¿Y para tu retina?

– Un gran placer

– ¿Por qué lloras, Caruncho…?

– Por la muerte de mi madre, que me dio todo, la confianza y el ánimo en todos los aspectos de la vida…

– ¿Y tu padre…?

– Fue hombre de una integridad absoluta. Me ha servido como ejemplo de honradez, trabajo y seriedad. Hablo de algo muy íntimo, de esa necesaria formación espiritual…

– ¿Tu recuerdo infantil?

– Se remonta al 18 de julio, el día que comenzó la fatídica guerra. A nosotros y a unos primos nos llevaban en A Coruña a El Parque, que luego fue el casino. Ese día nos dejaron en la plaza de Ourense para que no nos moviésemos de allí. Yo tenía seis años y, aunque pueda parecer una exageración, algo me entristeció, como una premonición de la salvajada que iba a ocurrir… Gentes absolutamente formidables que se iban a matar unos a otros por falsas ideologías. Por mucho que ahora se pretenda demostrar lo contrario, nada estaba justificado. Ni por una parte ni por la otra. Desgraciadamente, cuando creíamos que lo habíamos olvidado todo, todo parece estar mas vigente que nunca, y eso que ya se han muerto todos menos yo…

– Me interesa cómo has manejado tu tiempo y tu espacio.

– Reconozco que he dedicado un tiempo y un espacio a la promoción de gente joven, que es ese alimento espiritual que se vuelve, en el buen sentido, contra ti. Haces un esfuerzo, cuidas su arte, cuidas sus propios intereses y no compruebas agradecimiento…

– ¿Alguna compensación?

– Lo gratificante es ver ese esfuerzo.

– ¿Y los artistas mayores?

– Es gente más agradecida, gente importante que el tiempo ha ido borrando de la vida. Hablo por ejemplo de esa Escuela de Vallecas de mi etapa como director del Centro Cultural. De allí salieron, por mérito de cada uno de ellos, gentes grandísimas como Antonio Quirós o Pedro Bueno… Gente excepcional…

– ¿Nunca pensaste en que tu tiempo y tu espacio deberían ser para ti?

– Me planteé esa necesidad hace dos años. Renuncie a seguir en el Macuf de A Coruña, pese a que entre todos hicimos una buenísima labor. Siento ahora que tengo una espada de Damocles encima que me dice: "Caruncho, trabaja mas aprisa, no te va a dar tiempo…"

– ¿Y tu conclusión?

– Que es cierto, que no voy a poder hacer ni la décima parte de lo que tengo pensado…

– ¿En qué cree el creador?

– En lo que dijo Picasso: más que buscar es encontrar…

– ¿Dónde encuentras?

– Estando en la brecha, trabajando… Si no, no ocurre nada...

– ¿Qué es el amor?

– Algo insustituible y necesario. No concibo la vida sin estar enamorado.

– ¿Lo estás?

– De una mujer absolutamente maravillosa que no merezco.

– ¿Es tu único amor?

– Estoy enamorado de la pintura, del motorismo, del teatro, de los amigos… Hay que estar enamorado de todo. No se puede pasar por la vida como una maleta pero, si no hay amor en la maleta, no se es viajero…

– ¿Ruedo Ibérico fue esencial?

– Fui el primero en entrar en esa iniciativa de Pepe Caballero. Allí nos dimos cita Álvaro Delgado y gentes muy buenas como Salvador Victoria, José Luís Fajardo, el pobre José Maria Iglesias...

– ¡Cómo han pasado los años…!

– Es curioso, creo que soy, con Fajardo, el único superviviente en estos veinte años… Pasan las cosas demasiado deprisa… Va quedando menos tiempo de vida. Estos últimos kilómetros del viaje son los más lentos en el hacer y los más rápidos en el ver la vida pasar.

– Te moviste bien entre la derecha y la izquierda…

– No puede ser de otra manera. Pepe Caballero era de izquierdas y nunca lo he sabido por él. Lo supe porque era público y notorio. Pero comprobé que como hombre fue sensacional y, como especie, un ángel. Era un hombre que nunca te hablaba mal de nadie… Algo que hago extensivo a mis buenos amigos Pepe Hierro, Jose María Moreno Galván y Camilo José Cela. Tengo amigos por la derecha y por la izquierda que, te aseguro, son seres excepcionales…

– ¿Se puede vivir del arte?

– Tardíamente. Los chicos jóvenes lo tienen duro, pero en todos los ámbitos: en el mundo de los toros, del teatro, de la empresa… Vivir está difícil, la competitividad es tremenda y se agudiza con los años.

– ¿Pensaste en tu epitafio?

– ¿Para qué…?

– Para dejar por escrito que eres místico, aventurero, poeta y guerrero…

– He sido director de dos modestísimas editoriales de poesía. La poesía es como la pintura, no morirá nunca. He tenido y tengo muchos amigos poetas y, aunque el género tiene cierta leyenda de no ser pródigo en recursos, es un elemento espiritual que no nos va a faltar… Por tanto, no hacen falta epitafios, sino poesía…

Es Luis Caruncho haciendo camino, camino de setenta y nueve años… camino al crear. Camino dolménico que perdura y está todavía en uso. Camino que va de Samarugo a Portocelo, de Roupar a San Estevo do Val, camino de San Andrés:

"O divino San Andrés

mandou empedrar o mar

para que o seus romeiriños

o fosen a visitar."

Muy personal

El color de Galicia.

Gris verdoso.

Su olor.

No sé que olor tiene Galicia por la noche, pero es una delicia.

¿La moto de motos?

Mi Ossa…

¿Si te pido una música?

Falla y el concierto de Aranjuez, en eso soy muy clásico.

¿Y del género lírico del que has sido escenógrafo?

Una fusión entre ‘La Verbena de la Paloma’ y ‘La Revoltosa’: la obra perfecta…

Dame un libro.

Dos: ‘Pascual Duarte’ y ‘Cien años de Soledad’.

¿Lo que no toleras?

Que se metan con la madre de cualquiera.

¿Qué es la intolerancia?

El producto de la falta de cultura.

¿Malos tiempos para la tolerancia?

La gente tolerante es la que puede cambiar el mundo.

¿Tu equipo?

El Dépor, pero los domingos miro todo lo que sea gallego, deseando que gane.

03 ene 2009 / 05:00
  • Ver comentarios
Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
Tema marcado como favorito