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Credencial única

    ESTOS días llegaba a Compostela un grupo de lucenses, entre ellos representantes de instituciones, que caminó desde Lugo para conseguir la Compostela, el certificado catedralicio que acredita haber rematado la peregrinación. Para ello fueron sellando en el Camino sus credenciales, el documento que avala la condición de peregrino y los kilómetros realizados. Hasta aquí nada extraordinario, puesto que en la historia jacobea ha habido otras miles de peregrinaciones grupales muy similares. La diferencia está en el ánimo que los unía, no de búsqueda espiritual o cultural sino reivindicativo de una credencial privativa de ese tramo de la ruta.

    La credencial lucense tiene una historia bien corta. La idea partió de la asociación de comerciantes del casco histórico hace unos meses, posiblemente convencidos de que el documento les ayudaría a promocionar la ciudad y, por extensión, sus ventas. Sin entrar a valorar esta correlación, lo cierto es que la propuesta encontró múltiples apoyos en la ciudad pero no el de la Catedral compostelana, que no tardó en mostrar su disconformidad.

    La realidad es que por mucho que las instituciones lucenses lo hayan planteado como un caso singular, esa credencial es solo una más entre la maraña de documentos que portan los peregrinos cuando arriban a Santiago. Se han llegado a contabilizar 25 modelos distintos, proporcionados a los caminantes por otras tantas entidades a precios que oscilan entre la gratuidad y los 20 euros que se pagaron por alguna de ellas. Hasta se han intentado vender por internet.

    La elección de la fecha por parte del grupo desde luego no es mera casualidad. Hace ya meses que el Cabildo anunció que a partir de abril la Catedral va a reconocer una única credencial, la oficial, que será distribuida con un precio único de 2 euros. Una decisión, por cierto, poco divulgada y que está trayendo de cabeza a muchos de los que preparan ahora su Camino.

    Está claro que la tajante medida de credencial y precio únicos perjudicará a algunas asociaciones de Amigos del Camino que legítimamente utilizaban la venta de estos documentos para obtener fondos y ayudar a mantener sus actividades. O, como me comentaba un colega y amigo, habrá que ver qué hacer con el peregrino que se ha organizado para hacer el Camino en etapas durante varios años; o con los que hayan partido hace meses desde muy lejos.

    Seguro que la medida se aplica con la lógica necesaria y de forma progresiva para evitar dañar más de lo estrictamente necesario. Pero llegados a es- te punto, con el continuo incremento de peregrinos, la aparición de docenas de credenciales y la disparidad de precios, que se presta a la picaresca, parece lógico fijar criterios y que los peregrinos sepan a qué atenerse. Me apenan las asociacio- nes que pierden una parte de sus ingresos, bastante difícil es ya subsistir. Pero resulta muy difícil compartir el oportunis- mo de las instituciones de la capital lucense.

    Periodista

    26 mar 2016 / 21:00
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