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Héroes anónimos

    La historia, emocionante y sacrificada, de docenas de médicos casi anónimos que, con sus carencias y defectos, se dejaron, en su mayoría, la piel y la vida, para hacer lo posible por sus semejantes, es el itinerario por el que nos conduce la obra: El médico, el paciente y la medicina rural en Ourense (1900-1975). La Galicia pobre, profunda y dispersa es el escenario natural en el que se movieron estos profesionales. En particular hasta 1960, en que el desarrollo económico empezó a cambiar muchas cosas.

    Su objeto de trabajo, una población casi siempre paupérrima, desnutrida y carente de lo que hoy consideramos más elemental para calificar una vida como mínimamente digna. Medios del todo precarios, pocos medicamentos, dinero casi inexistente, a tal punto que muchos pagos se realizaban en especie, generalmente medidas de grano; y alimentación carencial, monótona e insuficiente, de la cuna a la tumba. Recorrido este, con frecuencia, mucho más corto que ahora. Todo aderezado con epidemias, supersticiones y curanderismo.

    Sus medios, un maletín con fonendoscopio, termómetro, tensímetro y medicación elemental de urgencia. Su entorno, una sociedad profundamente desigual, con gran diferencia de oportunidades entre unos pocos privilegiados y la gran masa anónima, agrícola y ganadera, emigrante y sufriente, con una altísima tasa de mortalidad infantil y maternal. Su medio de locomoción: el caballo, la bicicleta, la moto o el esforzado coche de San Fernando, un rato a pie y otro andando, por esos caminos dejados de la mano de Dios.

    Ejercían en viviendas que hoy no pasarían una inspección como casetas, durmiendo a veces en fallados o sobre la cuadra, atendiendo partos a la luz de una vela, en medio de un temporal invernal propio de la tierra. Esta tesis doctoral, leída y defendida hace unos días, es un excelente, detallado y bien documentado recorrido, de sólida investigación, por esos años, que relata situaciones, espeluznantes muchas veces, tragicómicas otras y, picarescas, de ópera bufa o francamente jocosas, las menos, sin duda.

    Contrastan poderosamente las penalidades a que hubieron de enfrentarse pacientes y médicos de entonces, con las exigencias y, perdóneseme el neologismo, tiquismiqueces, con las que hoy enredamos unos y otros, con frecuencia, como niños mal criados y demandantes.

    Su autor, el ya Doctor D. Roberto Fernández Álvarez, médico de Familia en el C. S. de Allariz, dirigido sabiamente por los Dres. E. Jiménez Gómez y D. Simón Lorda, mereció la máxima calificación por este extenso trabajo que instruye, informa, desazona y hace meditar al lector. ¡Enhorabuena, Roberto!

    EL AUTOR ES DOCTOR EN MEDICINA

    19 jul 2014 / 20:58
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