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{lOS OTROS DÍAS}

Preguntas molestas

    LO AFIRMADO AYER es seguro que levantó sarpullidos. ¿Será preciso recordar quién le llamaba cipayo a Torrente Ballester cada vez que se instalaba en su casa de A Ramallosa para habitarla durante los meses del verano? ¿Quién señalaba a Cela ignorando sus actitudes de años? ¿Recalificamos a Cunqueiro con todos los epítetos que le fueron aplicados durante tanto tiempo? ¿Soltamos un cerdo y algunas gallinas en el acto de investidura como doctores honoris causa de Cunqueiro y Cela y recordamos qué fue lo que motivó aquel engendro que no pocos calificaron de rapazallada y de cosa propia de tunos, restándole importancia y olvidando las lágrimas de don Álvaro?

    Muy poca gente y en muy pocas ocasiones ha permitido que la condición de escritor o la de poeta hayan prevalecido sobre la acomodación política o ideológica de los implicados; como si los versos gallegos de, por ejemplo, Eugenio Montes (para no citar otros y sí a este autor que ya pocos recordarán) fuesen peores desde su adscripción a la entonces llamada "causa nacional". Se hizo así, todavía se hace, en una actitud que recuerda a la de aquellos manuales de texto que reducían la figura excelsa de Miguel Hernández a su condición de comunista olvidando toda su vida, toda su obra e incluso todas las características y condiciones de su tránsito mortuorio. ¿Cómo se conceptúa esta última actitud señalada? ¿Totalitaria? Pues así la equivalente.

    Los casi impenetrables estamentos culturales gallegos no han sabido, ni querido, hacer suyos no ya a los componentes de la nómina de autores citados ayer de un modo u otro; tampoco a los actuales, que no hay que integrar necesariamente en un sistema literario gallego, pero sí de modo ineludible en la nómina de autores propios, desde Marta Rivera a Javier Sierra, desde Lola Beccaría o Blanca Riestra a Juan Gómez Jurado, Pablo Núñez o Manel Loureiro, son escritores gallegos y convendría tenerlo muy presente.

    Pero la incapacidad y la ceguera son, de forma lamentable, de mayor amplitud y espectro. ¿Podremos, deberemos citar la capacidad de segregación que hemos tenido con autores como la alemana Úrsula Heinze, inducida a lo largo de los años al abandono del cultivo de nuestra lengua en vista de la falta del debido reconocimiento a su labor que, en cambio, se ha prodigado a tanto escritor mediocre tan sólo en razón de su pertenencia a ese mester de clerecía en el que de algún modo ha devenido nuestro Deus ex machina cultural?

    Son preguntas molestas estas que se formulan, pero es casi seguro que también son necesarias. Lo que de modo habitual entendemos como cultura gallega no es o no debiera ser privilegio de unos pocos sino patrimonio común y compartido, una "agra aberta" en la que, con razón o sin ella, todos tengamos derecho a entrar, que ya se encargará la realidad de realizar el trabajo de aventar el grano de la paja "e peneirar ben peneirada a fariña e mailo farelo" en vez de que lo haga el servicio de aduaneros que tanto ha venido ejerciendo durante los últimos lustros, bien se ve que con no excesiva fortuna.

    Escritor, Premio Nadal

    y Nacional de Literatura

    29 abr 2011 / 23:16
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