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los otros días

Salón de Otoño parisino

    El Salón de Otoño se celebra en París desde 1903. Fue creado para defender la diversidad cultural y la libertad de expresión. Tal libertad y diversidad tal son toros de la misma yunta sobre los que pudiera, puede, navegar la hoy raptada Europa, la misma que aún nos convoca a todos. En 1904, el Salon d'Automne, ya había pasado del Petit Palace al Grand Palace, en vista del éxito obtenido. Cézanne y Renoir ya se habían hecho presentes cuando, en 1905, apareció Matisse y Louis Vauxelles dijo aquello de "¡Pero esto es la jaula de los gatos salvajes!", bautizando la feria de tal modo. ¡Ah, los fauces!

    El hecho de contar estos pormenores, no hace todavía demasiado tiempo, podía convertir a uno en un erudito, en un tío culto y sabio, viajado y muy a la page. Hoy ya no es así. Lo que antes estaba al alcance, tan solo, de los poseedores de enciclopedias, almacenadas en sus bien nutridas bibliotecas personales, lo está hoy al de cualquiera sin más que asomarse a Google, cuestión de décimas de segundo. Lástima. De poder ser un tío culto he pasado a ser un humilde recopilador de ustedes, interneterizado, sí, como cualquiera. O tempora, o mores, dicho sea por decir algo y enmendar la page.

    En el parisino Salon de Otoño de este año se mostró un hermoso cuadro. En él, una mujer hermosa flota en el aire. Está acostada sobre una manta roja que sobrevuela Barcelona. Está desnuda y dormida. A la izquierda del cuadro se ve la Sagrada Familia, la de Gaudí, entiéndase, y a la derecha ese falo inmenso y recubierto de pequeñas y azules piezas de mosaico que los de aquí llamamos el carallo y los de allí creo que le dirán canut. No sé. Habrá que preguntar. Pero espero que la imagen se acomode.

    La sombra de la manta voladora, se diría más bien del cobertor flotante, se proyecta sobre la ciudad y vela parte de ella ofreciéndola medio en penumbra, crepuscular y oscura. Una copa no flota, desciende. Lo hace precipitándose, boca abajo, mientras vierte parte del contenido que no hace nada, sin duda, humedeció los labios de la mujer hermosa. Cae dispuesta a estrellarse contra cualquier dureza urbana.

    Pues bien, ese cuadro es de Modesto Trigo y ha obtenido el Premio Zendel una vez concluido el Salón de Otoño. Se lo ha concedido la Fundación Taylor. No saben cuánto debe de alegrarnos una noticia como esta. Modesto Trigo es un pintor gallego, retratista inmenso, pintor excepcional, que, como tantos otros, es más reconocido fuera que en su casa. Qué le vamos a hacer. Otro día les contaré donde, sin mayor pena ni gloria, estuvo expuesto ese mismo cuadro. Hoy solamente es día de buenas noticias y alegría digamos que debidamente contenida.

    30 nov 2009 / 22:33
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