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Todos en la diana

    De haber contado con más efectivos, los fanáticos también hubieran destrozado los coches de los trescientos y pico mil gallegos que van a ser consultados sobre el idioma escolar de sus hijos. En lugar del nombre de Gloria Lago, en la infame diana habrían aparecido todos y cada uno de los ciudadanos que van a tener muy pronto la posibilidad de expresarse. Es a todos ellos a los que se quiere intimidar.

    No es casual que este ataque se produzca después de las elecciones y una vez presentada la encuesta. Es consecuencia de la desesperación que produce constatar que el extremismo carece del más mínimo resquicio en las urnas; es la reacción de los que ven en el idioma una cosa nostra a punto de ser democratizada por obra y gracia de la opinión libre de los padres.

    El mensaje se parece mucho al que envían las dictaduras a sus súbditos: no os metáis en política. Aquí se quiere evitar que la gente se meta en cuestiones idiomáticas, reservadas desde siempre a grupos socialmente minoritarios. A falta de argumentos democráticos, se echa mano del escarmiento, como suelen hacer todos los dictadores que en el mundo han sido.

    Hay una agresividad física, la que se ceba con la portavoz de Galicia Bilingüe, y otra de tipo intelectual, visible en comentarios y declaraciones que recuerdan mucho las fatwas de los imanes contra aquellos que vulneran preceptos sagrados. Conscientes sus autores de que no pueden valerse de razonamientos democráticos o pedagógicos, echan mano del etiquetaje.

    Todo aquél que no se doblegue ante su normalización queda tildado de antigallego, enemigo del idioma, partidario del exterminio lingüístico y lindezas parecidas, que están a disposición de cualquier lector. ¿Están ellos detrás de las amenazas a Gloria Lago? No. ¿Suministran, a sabiendas o de forma inconsciente, materia prima ideológica a los terroristas? Sí.

    Porque la base del fundamentalismo lingüístico es la misma que la del fundamentalismo religioso. Dogmas incontrovertibles; casta sacerdotal que los administra; fieles que deben aceptarlos sin el menor espíritu crítico. La gran diferencia es que la religión puede permitirse siempre una dosis dogmática ya que tiene un pie en el más allá, mientras que lo relacionado con las lenguas se sitúa en el más acá.

    Los partidarios de la libertad lingüística no escriben unos versículos satánicos, sino que se limitan a extender la democracia al terreno idiomático. Significativamente, no son ellos los que quieren suspender la consulta y aplicar sin más sus postulados, sino sus oponentes. Su pecado consiste en querer que las lenguas dejen de ser el club privado de unos pocos.

    No es necesario estar de acuerdo con Gloria Lago para ver en esa diana a cientos de miles de gallegos. Para los extremistas que la pintarrajearon, el idioma es un símbolo de su capacidad de intimidación sobre toda una sociedad. Se trata de demostrar que las urnas y las consultas pueden ser suplantadas con la violencia. Se trata de demostrar que un puñado de fanáticos pueden torcer la voluntad de un país, o acallar las opiniones de unos padres.

    Así que han dado un motivo adicional para participar en esa consulta. La autoridad competente ha de responder identificando de inmediato a los forajidos, y la sociedad acabando de una vez con la privatización del idioma. Aunque para Gloria Lago no sea suficiente consuelo, lo que pasó demuestra que están perdiendo.

    CLRODRIGUEZ@ELCORREOGALLEGO.ES

    09 jun 2009 / 21:35
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