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LOS REYES DEL MANDO

Sin Chiquito

    LA muerte de Chiquito de la Calzada ha tocado el corazón de todos, pues el humorista no sólo nos transmitió alegría y felicidad, sino ternura. Su figura invitaba sin cesar a la amistad y al cariño, y esa es una virtud que no alcanza a todo el mundo. Su éxito tardío, absolutamente vinculado a la televisión, no le privó de una legión de seguidores. Creció como la espuma el afecto por su persona (humana, sí: hermosamente humana), pero también el aprecio por un humor que llenaba el lenguaje de un surrealismo nuevo, de raíz profundamente popular. En Gregorio Esteban Sánchez, que era su verdadero nombre, se aunaba la sencillez, la humildad y el genio. El hijo del electricista (su origen, cercano a la calle y a la gente anónima, merece ser subrayado) gozaba de una vis cómica que pocos pueden exhibir, una gran capacidad para capturar la atención del espectador inyectando una locura desconocida al lenguaje. No importaba lo que decía, sino cómo lo decía, porque el humor estaba en él, en su disposición sobre el escenario, en ese surrealismo que rompió todos los moldes conocidos y nos reunió en una broma infinita y saludable.

    Procedente de la escena flamenca, entre otros espectáculos, Chiquito explotó en la televisión, donde hizo del escenario su casa. La audiencia pasó de la estupefacción al entusiasmo, especialmente en los años en los que todos los programas de variedades se rifaban su participación a cualquier precio. Alejado de cualquier método conocido, tenía el suyo propio. En un país en el que los contadores de chistes habían oscilado entre la genialidad y lo previsible, Chiquito trajo, casi sin proponérselo, un nuevo espectáculo a la televisión. Todo sucedió, en efecto, muy rápido. Pero él ya había atravesado para entonces gran parte de su vida profesional, como cantaor, desde las malagueñas a los tangos. Nunca perdió un ápice de su cercanía y de su sencillez. Y por eso, en el día de su muerte, no hay quien olvide su bondad y su ternura, seguramente sus mejores atributos como ser humano, aún más que su sorprendente capacidad para hacernos reír.

    Chiquito fue una figura aglutinadora desde la cultura popular. No sabía de famas, que sin embargo le visitaron en esta edad madura como un auténtico vendaval. La muerte de su mujer le sumió por primera vez en una extraña nostalgia, en el sentimiento de pérdida inevitable: algo que no casaba bien con su alegría, con su insistencia en hacernos felices. Muchos de los grandes humoristas surreales, y los creadores del humor del absurdo (el mejor que tenemos), celebran hoy su figura con admiración. El humor, siempre lo digo, es una de las grandes manifestaciones de la inteligencia. Un rasgo de sabiduría, algo profundamente humano. El humor ha sido uno de los aglutinadores de nuestra cultura a través de los siglos, y, desde luego, lo que más necesitamos para superar los problemas. El humor es un ingrediente muy serio de la vida. Y yo me quedo con los que me hacen reír, con los que se ríen de sí mismos, con los que relativizan esas cosas que estúpidamente nos suelen parecen importantes. Los cómicos son nuestros verdaderos salvadores. Hoy, el homenaje a Chiquito de la Calzada es unánime. Gracias querido Gregorio por tanta risa. Y, sobre todo, gracias por tanta ternura.

    11 nov 2017 / 21:54
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