Christian Carlo Gil-Borrelli en As Novas Voces Galegas
El contratenor Christian Carlo Gil-Borrelli participa en el ciclo As Novas Voces Galegas, que alcanza su undécima edición dentro las programaciones de Amigos de la Ópera de A Coruña, en el Auditorio de Afundación-20 h.-, acompañado por el pianista Miguel Huertas, quien aporta su composición Retablo. Christian (A Coruña 1986), tuvo como maestros a Mª José Santos, Pilar Pérez-Iñigo, Ana Luisa Chova, Elena Pérez-Herrero o Miro Moreira. Amplió en repertorio con David Mason, M.Burgueras y Carlo Budó, además de cursos de interpretación con el apreciado Alberto Zedda, E.López Banzo y Miquel Ortega. Entre sus recientes actuaciones, destacan la realizada con Al Ayre Español en el Bachfest de Leipzig y en el Festival Monteverdi de Cremona. Un programa el suyo, realmente encomiable, comenzando por la imperecedera Amarili, mia bella de Guilio Caccini, cantante virtuoso al servicio de los Medici, y miembro de la Camerata Bardi, de Florencia, destacando como uno de los primeros en cultivar el género de la monodia. Sobresalió como intérprete acompañándose él mismo por laúd, arpa, chitarrone o viola. Son sus obras pequeñas joyas destinadas a exaltar la sensibilidad más sublime por sus arrebatadoras efusiones. A.Vivaldi con Vedró con mio diletto, de su ópera Il Giustino RV 717 de 1724, composición de plena madurez en la que las arias, en concreto, tienden a seguir sin disimulo la exitosa práctica napolitana, permitiendo a la voz desplegar todos los recursos expresivos más apreciables.
Antonio Literes con Ay de aquel que desprecia y Ten ninfa piedad de Acis y Galatea, en su colaboración con Cañizares para el cumpleaños del rey, en un encargo de estreno en el Coliseo del Buen Retiro, a finales de 1708, en esta forma de zarzuela barroca de la que dieron cuenta las compañías de J.Garcés y J.Bautista Chavarría, titulares de los teatros madrileños del Príncipe y de la Cruz. Estamos al borde de una ópera en sus mejores dimensiones, por la gran cantidad de números musicales que la integran, entre recitativos, arias y una nutrida orquesta. El libreto procedía de las Metamorfosis de Ovidio. G.F. Haendel por una de sus fastuosas arias, por su intimismo sublime, Verdi prati de Alcina, capricho de las grandes divas en recitales. El estreno se había realizado en el Theatre Royal Covent Garden en el otoño de 1735. El divo castrato Carlo Broschi, la convirtió en uno de sus caballos de batalla. En la actualidad es una de las óperas más programadas.
Mozart con el aria Va l´error mio palesa de Mitridate, Re di Ponto , su primera ópera seria con destino a Milán, fruto de personales compromisos y con una perceptible orientación francesa, partiendo de un drama del libretista Vittorio Amedeo Cigna-Santi, que a su vez remitía a la tragedia Mithridate de Racine. Mozart no planteará la ilustración de un drama sin más, sino se atendrá a los valores musicalmente autónomos. Benjamin Britten con el aria I known a bank de Midsummer´s Night Dream, destinada al Festival de Aldebourg, a medias con su pareja Peter Pears y que él mismo dirigiría en el estreno. El tratamiento vocal es delicado y sutil, ayudado por una orquestación ligera para su dimensión casi camerística.
Roger Quilter (1877-1953), con Come away, death del grupo de sus Three Shakespeare Songs, representativas de su idea musical en esa búsqueda de la tradición inglesa de un romanticismo de su momento, muy en la línea de otros colegas cercanos como Cyril Scottt, compañeros de estudios en Frankfurt con Iwan Knorr. Destacan sus canciones por sus ricas armonías y su melodismo. Ferrán Obradors con La mi sola, Laureola, de sus Canciones clásicas españolas, dentro de la línea de las Siete canciones españolas de Falla. Una imaginativa adaptación de La mi sola, Laureola de de Juan Ponce, en ese grupo de piezas tomadas de otros compositores. Antón García Abril con una pieza instrumental, el Preludio de Mirambel nº 1 y dos piezas de las Canciones Gallegas sobre poemas de Rosalía Castro: Cando vos oio tocar y Todo é silencio, que responden a su ideario creativo: Si desaparece la melodía, no quedan elementos reconocibles en la música.