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Lo que el 'Prestige' ha unido

    Hete aquí al Prestige como un Hamlet marino cuyo espíritu se aparece pidiendo cuentas atrasadas. No lo trae ninguna bruja de las que salen en las obras de Shakespeare, sino los abogados del Estado (que es lo mismo que decir del Gobierno) que entienden del litigio del naufragio. Ese espíritu invocado por los funcionarios dice cosas incómodas para los que hicieron de la catástrofe un trampolín político.

    En suma, que las autoridades de entonces hicieron lo que debían al impedir que el petrolero se acercara más a la costa. Para simplificar la cuestión, Zapatero le da la razón a Aznar y se la quita a Touriño. Se puede matizar todo lo que se quiera el informe de la Abogacía, pero lo cierto es que su dictamen no hubiera sido posible, por autónoma que sea la institución, sin el visto bueno del poder político vigente.

    También podría objetarse que no es bueno remover el pasado en una permanente arqueología destinada a dañar al contrincante. Es una sabia y generosa visión de las cosas, que sin embargo ha sido reiteradamente olvidada por más de un dirigente del socialismo gallego. El diario de sesiones, las hemerotecas y videotecas rebosan de alusiones a los pecados fraguistas.

    Cada crítica procedente de la derecha se replicó acudiendo a la memoria histórica, y en consecuencia es lógico que con esto del Prestige se haga lo mismo. ¿O es que acaso los archivos sólo pueden abrirse cuando perjudican a la oposición? No sería muy ecuánime mantener la tesis de una memoria unilateral que recuerda los esqueletos que el PP guarda en su armario, al tiempo que extiende una capa de olvido sobre los errores que cometió la izquierda.

    Este fantasma que ahora llama a las puertas de Monte Pío se hubiera quedado en su tumba oceánica si el Touriño de aquel entonces se hubiese limitado a señalar lo que verdaderamente se hizo mal. Porque al hablar del Prestige suele confundirse la gestión relacionada con el barco, ahora bendecida por los abogados del Gobierno, y el manejo de la catástrofe posterior.

    La oposición de entonces se empeñó en una descalificación global porque se trataba de apuntillar al fraguismo a toda costa, nunca mejor dicho. El régimen de don Manuel cayó, pero vienen ahora estas resacas que afectan a los que hoy gobiernan, aunque de diferente manera.

    Los altos funcionarios que representan al Estado en los pleitos relacionados con el Prestige, responden ante un Ejecutivo socialista. Es el PSdeG, por tanto, el que está preso de una tremenda contradicción, y no el BNG que ayer mismo rechazaba las consideraciones del citado informe.

    En definitiva, que ante un suceso parecido, Zapatero reaccionaría igual que Aznar, alejando lo más posible el buque, e impidiendo que armadores desaprensivos y capitanes cómplices se saliesen con la suya. Confirmada esta coincidencia, queda por saber cuál sería la posición del presidente gallego. ¿Estaría en línea con la doctrina gubernamental, o reclamaría el acercamiento del petrolero a no se sabe qué destino?

    No es una pregunta retórica ni malévola. Lo sería si la flota que merodea por estos parajes marinos fuese de primera calidad, o si Galicia hubiera cambiado su posición de proa europea. Como no es así, conocer la posición del mandatario es algo más que una curiosidad. Queda claro, en todo caso, que el petrolero o sus fantasmas han logrado una consonancia insólita entre dos adversarios encarnizados: Aznar y Zapatero. Lo que el Prestige ha unido...

    CLRODRIGUEZ@ELCORREOGALLEGO.ES  

    08 ene 2009 / 02:19
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