Una familia de bien

A LOS QUE NOS PRECIAMOS de ser amigos, nos duele mucho ver en los periódicos referencias a algunos a los que apreciamos y queremos. Cuando asistimos a una celebración matrimonial, sin hacer nosotros la promesa, deseamos ser siempre amigos del uno y otro cónyuge, y también de sus hijos y demás familiares. Sin embargo nos desgarra el corazón la noticia hoy demasiado frecuente de que quienes se prometieron amor perpetuo, hasta la muerte, rompen el pacto prometido. Normalmente eso acontece después de haber abandonado esa ley que el Señor estableció para servicio del hombre. De ahí que a menudo, antes de que llegue esa ruptura, tan dolorosa sobre todo para sus hijos, han sucedido otras cosas que hieren el corazón de Dios y el nuestro.
La 1ª lectura de la Misa de hoy, día de la Sagrada Familia, es una exhortación a ser delicados con los padres, y a respetarlos y amarlos durante toda la vida, a pesar de que tengan alzeimer o cosa que se le asemeje. Quien honra a los padres goza de reconocimiento por parte de Dios, y su actitud será tenida en cuenta, para perdón de sus pecados.
El Evangelio muestra la diligencia de José y María, ante la preocupación de salvar la vida del niño. No tienen reparo en huir a Egipto o a donde el Señor les indique, para ponerle a buen resguardo. A la muerte de los que atentaban contra su vida, José escucha una vez más la voz del ángel del Señor, y se pone de nuevo en camino, para proporcionar a Jesús y a María una vida familiar estable.
San Pablo dice a los Colosenses, en la 2ª lectura de hoy, que la vida que ellos lleven ha de estar cimentada en el amor, con gran misericordia y dulzura. Ya que el Señor les ha concedido el perdón, así deben comportarse ellos con cada uno de los otros.
La Eucaristía que celebren habrá de ayudarles a vivir en cristiano. De ese modo, maridos y mujeres, padres e hijos, vivirán en concordia y en paz.

El autor es canónigo lectoral