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Mario Vargas Llosa, una pasión francesa

    AYER, EN PARÍS, Mario Vargas Llosa se habrá sacudido el indudable peso mediático de su última relación sentimental para volver a la casa de la lengua y la literatura. No es que la hubiera abandonado, pero ya se sabe que, en esta edad bastante proclive a escrutar la vida de los otros (quizás como todas las edades), los amores difíciles suelen tener esa capacidad abrumadora de anularlo todo, de dejar en segundo plano, como fue el caso, el verdadero interés de un escritor, que no es otro que su literatura.

    Con la entrada en la Academia Francesa, Vargas Llosa pone punto y final a esa etapa que sacudió sus días y sus horas en los últimos tiempos, el enamoramiento que, como suele suceder, altera el ‘status quo’, produce turbulencias, y despierta la inquisitiva mirada de los que creen, sin duda de manera infundada, que una vida tan largamente vivida no debería tomar giros inesperados en la última vuelta del camino, como si un amor, en fin, navegando sobre un oleaje que podría hacerte naufragar, sólo fuera cosa de los adolescentes.

    De alguna forma, este ingreso de Vargas Llosa en la Academia Francesa supone un regreso a la República de las Letras, sin haberse ido de ella, una vuelta al primer plano de lo literario, como quien se despoja en las calles ilustres de París de todos los ropajes usados en las tareas del amor complejo, en los trabajos del amor, perdidos o no, que diría Shakespeare, como quien se libera de corsés y se limpia de tantas miradas escrutadoras, como quien recupera, en fin, una ansiada libertad, sin el perfume persistente del cuché.

    Punto y aparte. La Academia Francesa viene en su auxilio, es un decir, le ayuda a pasar página. No se arrepiente el Nobel, afirma, del amor difícil. Fue, al parecer, un hombre atractivo para las mujeres desde su juventud, pero esos amores, como siguiendo una tradición no escrita (en realidad, escrita muchas veces) se quedaron dentro de las lindes de la familia, bajo un cielo quizás protector, y por eso algunos extrañaron su viaje a lo inexplorado, la expedición al raro frío de una fama distinta. En París, Patricia Llosa ha estado presente. No perderé un minuto en lucubraciones sentimentales. La Academia Francesa, con su poder omnímodo, no en vano sus miembros son llamados inmortales, es capaz de anular todas las incomodidades de la tierra.

    Me alegra, sí, el regreso de Vargas Llosa a los escenarios académicos. Y más, su regreso a Francia, de donde nunca se fue tampoco. Lo recuerdo en aquella ceremonia de la Universidad de Reims. Fue cuando lo conocí, no hace tantos años, consagrado, evidentemente, en las alturas literarias, pero... aún sin Nobel. Aquella gran semana francesa, aquella convivencia tan cercana durante varios días, me confirmó la constante afinidad de Vargas Llosa por el país vecino, más allá de la recurrente cita de su pasión ‘flaubertiana’, o sea, por Madame Bovary, que, es verdad, representa uno de los fundamentos de su arte literario. Invitado por dos de sus grandes amigos y especialistas en su obra, Marie-Madeleine Gladieu y el australiano Roy Boland, recuerdo bien las conversaciones (algunas hermosas sobremesas en la Brasserie Flo), donde la literatura francesa tenía su acomodo, y también sus dudas sobre si el Nobel llegaría finalmente, o no. Y llegó.

    En francés, en la Universidad de Reims, mantuvo un encuentro largo y no precisamente sencillo con alumnos, donde la filosofía y las ideas políticas también emergieron. Fue un debate potente, a ratos duro, como el que ha suscitado su propia elección para la Academia Francesa, el primero de un escritor que no escribe en francés. Luego, años después, tuvimos a Vargas Llosa en la Universidade da Coruña, acompañado de nuevo por especialistas, también por Juan Cruz, sin duda el periodista que mejor lo conoce. En aquel acto, organizado por María Jesús Lorenzo, la pasión francesa del hispano-peruano apareció reflejada en múltiples parlamentos. Esa pasión es la que le ha llevado a la Academia en París, la que le ha devuelto al primer plano literario (como hará su novela inminente), la que al fin recompone la escena del artista. El espíritu inconformista de Emma Bovary se hace notar.

    10 feb 2023 / 06:00
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