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La ruta del uranio nipón pasa cada semana ante las costas de Fisterra

Londres, París y Tokio dan trabajo a una flota especializada en productos nucleares

    En la última década, el tráfico de buques con carga nuclear a bordo se ha intensificado a lo largo del Atlántico, frente a las costas de Galicia. Una mejor imagen de las centrales nucleares y el repunte de su actividad han contribuido a ello. Y el litoral gallego es testigo obligado del sistema de relaciones que vincula a algunas de las más poderosas empresas energéticas de Francia e Inglaterra con Japón.

    Areva NC, empresa participada por el Gobierno francés que antes se denominaba Cogema (Compagnie Générale des Matières Nucléaires), mantiene desde hace años contratos con una decena de compañías de la electricidad nipona.

    Esas relaciones dan trabajo a una flota de buques especializados en el transporte de productos nucleares de alta tecnología y sus acuerdos prevén el retorno de los residuos radiactivos a sus respectivos países de origen, con lo que se garantiza la duplicación del riesgo de estos buques ante las costas de Fisterra.

    Las doscientas millas de la Zona Económica Exclusiva que afecta al litoral gallego es una de las más densas autopistas del mar que jamás ha habido en el planeta. Sobre sus aguas pasan 45.000 buques al año, de los que un tercio –es decir, en torno a 15.000– transportan materiales clasificados como peligrosos.

    En ámbitos del ecologismo radical, son conocidos como bombas flotantes.

    Temor a los verdes europeos. De estos últimos, unos pocos –entre uno y dos buques a la semana– navegan bajo secreto para no levantar la protesta y el boicot de los verdes europeos. Sus bodegas almacenan, además de residuos industriales muy sensibles, uranio, plutonio y otros elementos con destino a las centrales nucleares de los tres países citados.

    En teoría, desde el día 25 de diciembre de 2008, la UE dispone de una directiva Euratom que mantiene bajo un estricto control el trasiego de residuos nucleares sobre el Atlántico. Pero los intereses económicos de Francia e Inglaterra y sus relaciones con Japón amortiguan esa normativa. La vigilancia y el control, son mínimos.

    14 mar 2011 / 23:28
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