Lo mejor ha sido cruzar toda Europa como un hombre libre
El belga Werner van Zuylen llegaba ayer a Santiago despúes de caminar más de cuatro mil kilómetros desde Moscú // La soledad le hizo vivir momentos duros
"Estoy un poco perdido. Aún no soy consciente de que he llegado", confesaba ayer visiblemente emocionado Werner van Zuylen después de peregrinar durante cinco largos meses desde Moscú. Arropado por su familia en un cálido homenaje nada más alcanzar la meta xacobea, el belga de 52 años no oculta su temor a que los recuerdos se escapen conforme avanzan los días. A sus espaldas deja 4.420 kilómetros, siete países y tres pares de botas. "No vuelvo ni como un mercenario, ni como un místico, pero sí con más voluntad de que haya paz en todo lo que me rodea", admite mientras empieza ese otro viaje que él mismo denomina poscamino.
"Lo mejor ha sido cruzar toda Europa como un hombre libre, sin complicaciones políticas, algo que no era posible hasta hace poco más de 20 años. Eso es lo que quería vivir", continúa mientras sostiene una copa de vino y repasa mentalmente cada uno de sus pasos. En su trayecto en solitario hacia Compostela hizo un ejercicio de memoria histórica para recordar los horrores que azotaron el continente en siglos pasados. "Tengo la suerte de no haber vivido ninguna guerra y espero que todas las generaciones que me siguen puedan continuar caminando a través de toda Europa como hombres libres", abunda. Van Zuylen se deshace en elogios con Bielorrusia, la última dictadura del continente. "Es una población encantadora, muy generosa". Pero en este país, el segundo de su extenso trayecto, también se enfrentó a una de las experiencias más duras del viaje. "Estuve dando vueltas durante cuatro días al mismo campo de maíz", narra. Solo, sin un alma con la que intercambiar palabra, el tramo comprendido entre Moscú y los Pirineos le resultó especialmente difícil. "La soledad añade también forma parte del Camino, del viaje interior que cada uno hace consigo mismo".
La balanza conseguía equilibrarse, sin embargo, con la hospitalidad de las gentes que se fueron cruzando en su periplo. "Muchos ni siquiera habían oído hablar nunca del Camino de Santiago y me abrían las puertas de sus casas", recuerda no sin mencionar sus noches en las isbas (cabañas rusas).
LA INSPIRACIÓN DEL OBRADOIRO.
"Cada agosto venía a pasear a Santiago y al ver a los peregrinos en el Obradoiro pensaba: algún día me va a tocar a mí", relata. Conocía a su mujer, una gallega natural de A Coruña, mientras buscaba piso en el centro de Bruselas. Isabel trabajaba en una agencia inmobiliaria y, a partir de ahí, vino todo lo demás. Enamorado de Compostela, cuando empezó a darle vueltas a la idea de cruzar el continente se puso a investigar y decidió finalmente emprender rumbo hacia la meta xacobea.
Después de cinco meses separados, Isabel y su hijo Diego volaban desde la capital belga para recibirle ayer en la emblemática plaza que le sirvió de inspiración. Cansado, Werner van Zuylen ha dejado para hoy la visita a la Oficina del Peregrino y el cuño final que le pondrá la merecida compostela en la mano.
Tres pares de botas
Meses antes de iniciar su peregrinaje a Compostela, Werner van Zuylen empezó a entrenar. Empleado de banca, cada domingo se iba a andar una media de 30 kilómetros a las Ardenas belgas, la zona más salvaje del país. Fue suficiente para que, en sus más de cuatro mil kilómetros de trayecto, apenas tuviera incidentes. Precavido, antes de partir se ocupó de enviar sendos paquetes con dos pares de botas de recambio a un periodista polaco y a la responsable de una asociación del Camino en Francia. Para sentirse un auténtico peregrino y disfrutar de la naturaleza, el belga prefirió utilizar durante el 60% del viaje su tienda de campaña. Ya en España, optó por la red de albergues. Van Zuylen no descarta convertir su blog (mosaco.eu) en un libro que sirva a las generaciones futuras para emprender la Ruta Xacobea.eotero@elcorreogallego.es