El hombre deshabitado y el viaje a las ruinas, donde habita quizás la verdad

JIMENA NÉSPOLO llega ahora con su primera novela, y nos sorprende y nos arrebata. No es una experimentalista al uso, si tal cosa existe, aunque puedo hallar ciertos ecos en otros experimentos, anteriores y posteriores a ella. Lo cual quiere decir, tal vez, que nos ronda una cierta vanguardia. Pero esta mujer argentina, poeta y crítica, nacida en 1973 tal día como hoy, un dos de abril, viene a ofrecernos una extraña textura, una narración en una nueva y rara clave. Todo parte de Seg Cabrera, fotógrafo, y luego, atrapado el personaje, asistimos a un conjunto de revelaciones en las que se entretejen la vida y la escritura, sin que se pueda disociar una cosa de la otra. Aquí no hay una representación de una vida, sino un viaje directo a su textura, incluyendo las fotos, claro, y escritos de todo tipo, que capturan las horas que pasan, los kilómetros recorridos, que vuelan hacia el pasado, que se adentran en las habitaciones de la ruina. La memoria es un lugar terrible. La memoria puede ser un lugar terrible. La narración, en presente revelador, casi frío, transita con gravedad y estilo, no hay artificio, creo, sino fluidez, pensamiento hecho palabra sin aderezos. El último tranco del libro, "Raíz", nos revelará algunas cosas importantes. Antes habremos atravesado todos los corredores de la pasión y la muerte. Las fotos, sí, las fotos. Las fotografías aprisionando la memoria. Poco a poco asistimos a las revelaciones (las fotografías se revelan), poco a poco avanzamos sobre otra textura, que es la del país herido, la del pasado terrible, la de la brutalidad rodeando las cosas más domésticas y cotidianas. El pozo y las ruinas es una novela (digamos novela) sin duda extraordinaria. Una narración que nos coloca ante una nueva y fascinante forma de contar la vida.