Opinión | BUENOS DÍAS Y BUENA SUERTE

Noticia de la próxima guerra

HACE YA TIEMPO que se habla de la próxima guerra. Más que un rumor, un ruido, una premonición, parece casi una certeza, pero nadie acertaría a decir de dónde proviene exactamente. Está la atmósfera global, la tensión internacional, las nuevas (o más bien nada nuevas) ideas autoritarias, el populismo que se ha ido extendiendo por los mapas, y que pretende seguir haciéndolo, con su programa de maniqueísmos y verdades absolutas. Sí, están todos esos síntomas. Y también hay alguna guerra terrible en marcha. 

Pero de lo que se habla es de otra cosa. Se refieren a algo mucho más inabarcable, a una sombra que crece, a un mal que se va amasando, como las nubes oscuras de una tormenta. Y empiezas a pensar que hay un cierto fatalismo en todo ello: la rara aceptación de que no puede impedirse, porque algunos cimientos han sido carcomidos y muchas ideas destruidas. Nos describen un mundo acorralado, atrapado en sus contradicciones y, al tiempo, incapaz de hacer frente, al parecer, a la ausencia de toda compasión, a la mano de hierro que acecha nuestras debilidades. 

Cada pocos días, alguien nos trae noticias de la próxima guerra. Incluso de una gran guerra, que aún parece una fantasmagoría. Pero los fantasmas aterran, aunque no se puedan tocar. Te preguntas si es una preparación, un plan, o sólo una intuición. Como si alguien estuviera colocando la venda antes de la herida, porque el personal anda muy distraído con sus cosas, y con llegar a fin de mes, y con alquilar un piso: ¡No digan que no les avisamos! Como si los avisos solucionaran siempre los problemas. 

Por ejemplo, Sánchez pidió en Europa que no se hablase de una guerra, porque lo abstracto, si no se nombra, quizás nunca exista. Guerra como palabra de mal gusto, o sea. No asustemos al personal antes de tiempo. Hay guerras, pero no hay La Guerra. Esta es la cosa. Y, sin embargo, en esto Sánchez no ha tenido éxito. Se alzan más y más voces advirtiendo de ese mal que va creciendo y creciendo, ante el que poco se puede hacer, por lo visto, salvo prepararse, o sea, armarse, porque la otra palabra es la palabra ‘disuasión’. Para no tener guerras, mejor quitarle las ganas al potencial enemigo. Y así, Europa se aboca a un extraño momento: un momento de gran rearme, pero no de un rearme moral, o cultural, o democrático (que espero que también, a pesar de los feroces antieuropeístas), sino un rearme/rearme, antes de que sea demasiado tarde. Cuando las barbas de tu vecino, etcétera. 

Y no es sólo Europa. La sensación de incertidumbre parece haberse extendido como una mancha poderosa. Lo que implica que, sin duda, hay interesados en que se extienda. Las democracias no pueden parecer gatitos amedrentados. No en este tiempo. No por más tiempo. Amamos la Europa plural, de culturas diversas y lenguas maravillosas y afortunadamente distintas, pero el futuro parece que deberá atender a cosas más prosaicas. 

Y convendría mucha más unión. ¿Se atrevería el laborismo británico, si al fin gana las elecciones, a desactivar de una vez un brexit destructivo e inútil, que rechaza una parte notable de su población, tras las políticas desnortadas de los últimos gobiernos conservadores? Hay cosas que reconstruir. Y no todas tienen que ver con la defensa y el militarismo (defensivo). Hay que reconstruir la noción de modernidad y progreso, la libertad siempre con nosotros: pero ya sabemos que eso no garantiza la paz. Así que comprendo el miedo. Y ese miedo, es nuestra propia debilidad. Donde antes anunciábamos talento (cada vez más desperdiciado), alegría, arte, ahora se anuncia el fantasma de la próxima guerra. ¡No digan que no les avisamos!

Ayer, Kaja Kallas, primera ministra estonia, en una entrevista con ‘El País’: “la duda es cuándo comenzará la próxima guerra”. ¿Quién puede aceptar un mundo contemporáneo que lucha por la igualdad, por la educación, por la sanidad, mezclado en todos estos asuntos feroces? ¿Cómo soportar este cambio brutal, cómo tolerar que, de nuevo, se nos anuncie cada mañana el posible regreso a la barbarie, mientras estamos en la ducha o tomando café?